cuando empezó la tormenta de santa rosa yo había sido recién desparramada en un balcón con la finalidad clavada de transcribir poesías.
hablo de pilas
pilas de cuadernos,
repletas en hojas
con lógica que juro que creía descifrable,
una inentebilidez atómica, no desencriptables por nadie, y últimamente según veo ni por un mí.
tengo una caja, gigante llena de cosas,
llena,
de cartonesescritos, dibujados,
tengo un cartón
con hojas de cuaderno
que pegué muy cuidadosametne cuando volví de ver
una muestra de guillermo iuso y mi cabeza, en su orden
fue llamada por toda esa ilegibilidad,
absorta, como una babosa famélica de horribles,,
me acuerod que en esa muestra
más que ninguna otra cosa amé una mesa
que tenía, fea feísima, con unas protuberancias ,
barrocas, engorradas , de gomaeva , mazapán asqueroso, gomaespuma, no sé
escritando alguna boludez autoindulgente, y fascinada,
me imaginé al tipo enroscado
en su delirio un día, ebrio tirado y con un paquete de mazapán o lo que fuere,
a las tres y media de la tarde.
habiendo roto la casa y la mesa, escribiendo
llorando por una mina que lo había dejado ahí mismo,
tirado en pantalón sin abrochar,
antes de irse sin la llave y pelo perfecto, vestidito y bombacha de nena
con la sola alternativa atisba de pedirla,
pedirla pedirla y nombrar
su bombacha de nena en rincones
de la mesa, de las páginas, de las paredes y en las puertas
dibujarla,
una bombacha sin pulso,
en garabatos,
patéticos.
en la galería no iba a estar, esto es una selección, pensaba,
ilusa absoluta de las formas
y con confianza ciega, no quiero saber,
ahora,
si se cambió el pantalón
para eso, ni era su mesa,
ni las tres de la tarde o si estaba sobrio,,
lo hizo con cuidado y un busturí
sobre un tablero de arquitecto y compró la mesa
más fea que pudiera encontrar en una feria americana,
explicándole a su novia de bombacha feliz y negra,
común o rosa,
(o rayada),
que así la iba a poder romper porque total.
en mi cartón respuesta, cada una de esas hojas es total y completamente ilegible, no tengo forma de leerla, tengo miedo
de haberme perdido
como única complicidad hacia quien iban dirigidos guiños,
propios,
míos,
imposibles.
hablo de pilas
pilas de cuadernos,
repletas en hojas
con lógica que juro que creía descifrable,
una inentebilidez atómica, no desencriptables por nadie, y últimamente según veo ni por un mí.
tengo una caja, gigante llena de cosas,
llena,
de cartonesescritos, dibujados,
tengo un cartón
con hojas de cuaderno
que pegué muy cuidadosametne cuando volví de ver
una muestra de guillermo iuso y mi cabeza, en su orden
fue llamada por toda esa ilegibilidad,
absorta, como una babosa famélica de horribles,,
me acuerod que en esa muestra
más que ninguna otra cosa amé una mesa
que tenía, fea feísima, con unas protuberancias ,
barrocas, engorradas , de gomaeva , mazapán asqueroso, gomaespuma, no sé
escritando alguna boludez autoindulgente, y fascinada,
me imaginé al tipo enroscado
en su delirio un día, ebrio tirado y con un paquete de mazapán o lo que fuere,
a las tres y media de la tarde.
habiendo roto la casa y la mesa, escribiendo
llorando por una mina que lo había dejado ahí mismo,
tirado en pantalón sin abrochar,
antes de irse sin la llave y pelo perfecto, vestidito y bombacha de nena
con la sola alternativa atisba de pedirla,
pedirla pedirla y nombrar
su bombacha de nena en rincones
de la mesa, de las páginas, de las paredes y en las puertas
dibujarla,
una bombacha sin pulso,
en garabatos,
patéticos.
en la galería no iba a estar, esto es una selección, pensaba,
ilusa absoluta de las formas
y con confianza ciega, no quiero saber,
ahora,
si se cambió el pantalón
para eso, ni era su mesa,
ni las tres de la tarde o si estaba sobrio,,
lo hizo con cuidado y un busturí
sobre un tablero de arquitecto y compró la mesa
más fea que pudiera encontrar en una feria americana,
explicándole a su novia de bombacha feliz y negra,
común o rosa,
(o rayada),
que así la iba a poder romper porque total.
en mi cartón respuesta, cada una de esas hojas es total y completamente ilegible, no tengo forma de leerla, tengo miedo
de haberme perdido
como única complicidad hacia quien iban dirigidos guiños,
propios,
míos,
imposibles.